miércoles, 11 de marzo de 2020

Mi musa insoportable- Capítulo 01-Miguel Dorelo


Permítanme contarles una historia; una que me involucra y en la que, lamentablemente  (o no, ya se verá), incorpora a una, no sé bien como llamarla aún, pero por ahora la denominaré con el popular término que en estos ámbitos de andar inventando cosas y volcarlas en palabras solemos llamar “musa”. Mi musa.
Solía pasarme algo que siempre achaqué a “una mente en permanente divague” o, en uno de esos momentos de ego exacerbado que los escritores alguna vez sin excepción, tenemos, mi “incomparable talento para las letras”. En las ocasiones y lugares menos adecuados, mi cerebro se desconectaba de lo materialmente puntual que estaba viviendo y elucubraba historias de todo tipo. No venía mal, ya que el famoso síndrome de “la hoja en blanco” que suele aquejar a todo escritor ante la falta de inspiración, en mi caso era algo muy poco habitual. Hasta ahí lo positivo de la situación, pero… Dejó de serlo cuando en pleno escarceo amoroso con esa señora a la que tanto me costó llevar a intimar (incluidos dos poemas escritos especialmente para ella), toda una trama de relato social con chicos abandonados, viviendo en las calles y con hambre irrumpieron sin pedir permiso en mi mente y no hubo forma ni práctica amoroso/libidinosa, que pudiese luchar contra ello. Escribí un buen cuento, pero la señora me echó de su habitación y no quiso volver a verme.
En otra ocasión fue la “invasión neuronal” de una trama absolutamente delirante, en medio de mi concurrencia al velatorio de un familiar fallecido en circunstancias muy dolorosas. Tuve que hacer un esfuerzo tremendo para no reír a carcajadas delante de la madre de la jovencísima víctima.
Luego de varios casos similares que me estaban causando demasiados malos momentos, decidí consultarlo con un profesional.
No muy satisfecho con esa primera sesión y estando recostado en mi sofá favorito degustando uno de mis tés saborizados (frutos rojos del bosque con una pizca de canela), escuché, claramente, un —Perdés el tiempo. No sé para que fuiste si vos no creés en el psicoanálisis.
— ¿Ehh…? ¿Quién dijo eso? —Exclamé sobresaltado, ya que me encontraba completamente solo.
—Yo, salame.
— No le permito…Sea quien sea. Identifíquese.
— ¿Estás escribiendo un policial? ¿Desde cuándo ese vocabulario? Yo no te inspiré nada de eso…
— ¿Inspiré?
—Inspiré. Es lo que hacemos las musas. Es mi laburo.
—No entiendo nada.
— Que raro en vos, je. Digo que es mi trabajo… Lo de tu inspiración. En definitiva, que soy tu musa.
— ¿Mi musa?
— Claro ¿Qué acabo de decir? Hoy no estás lo que se dice muy lúcido.
— ¡Las musas no existen! Son una especie de metáfora o algo así.
—Mirá vos. Eso es tan valedero como si te dijese “los escritores no existen, son una pretendida condición del ego de algunos seres humanos”. Mirá si no voy a saber si existo o no. Vos existís y yo existo. ¿De donde pensás que salieron las ideas para todos esos relatos y poemas que escribiste hasta hoy?
— ¡De  mi cabeza! ¡De mi inspiración!
—Ja. Lamento informarte que soy en gran parte la co-autora. Vos pusiste una parte, pero sin mí no habrías podido volcar en palabras ni tres renglones.
—Ponéle que acepto eso, que sos una musa, mi musa. En ese caso, tu función sería inspirarme, no establecer un diálogo directo conmigo.
—Hasta hace unos segundos nos negabas y ahora resulta que sos un experto en nosotras…Un ego acorde a la profesión. Nosotras gozamos de un libre albedrío como cualquier otro ser, así que si se me ocurre dialogar con vos, dialogo.
—Nunca leí o escuché algo así.
—Lo que no prueba absolutamente nada; lo que está dicho o escrito es mínimo en comparación de lo que debería ser escrito o dicho. Muchas de nosotras actuamos en el anonimato total, otras nos presentamos ante nuestros protegidos y muchos de ellos o ellas no lo comentan por miedo a que los tilden de desequilibrados mentales. Pero, me hacés irme por las ramas. Lo que quiero saber es para qué fuiste a ver a un psicólogo si siempre renegaste de ellos.
—Porque creí que estaba enloqueciendo. Todas esas ideas fuera de tiempo y  lugar rondando por mi cabeza…Esperá, ahora que lo pienso ¿Vos tenés algo que ver con eso, la puta que te parió?
— ¡Que boquita! Y que caballero el señor escritor. Así no se trata a una dama.
— ¡Contestáme! ¿Fuiste vos?...Y ya que estamos: ¿Las musas tienen una identidad sexual, de género; masculina y femenina como nosotros?
— Si.
— ¿Si cual? ¡Te hice dos preguntas!
—Si a las dos. Los pensamientos te los inspiraba yo y soy femenina, una dama. Gregoria, para más datos.
— ¿Qué? ¿Gregoria? Veamos: sos una musa, mi musa y te llamás Gregoria. Me estás jodiendo…
— Las musas no jodemos…Bueno, a veces un poquito, pero estoy hablando en serio. Mi nombre es Gregoria.
— Gregoria no es nombre para una musa. Calíope, Erato, Terpsícore…Esos son nombres de musas, no uno tan ridículo.
  Y si… Alguien tan básico como vos tenía que nombrar a las griegas esas culos con rosca. Unas pretenciosas. Ya te voy a contar sobre las andanzas de esas arpías. Me llamo, orgullosamente, Gegoria. Yo no cuestiono tu nombre, no cuestiones el mío.
—Está bien. Gregoria. Creo que puedo aceptarlo.
—Gracias. Benavidez.
—Dorelo.
—Benavidez.
—No. Mi apellido es Dorelo. Con una sola “l”.
— ¡Ya sé, gil! Soy tu musa, conozco como te llamás. En mi frase original sobre el tema hay un punto, no una coma, pánfilo. Benavidez es MI apellido. Be-na-vi-dez. Con B larga al principio, corta por el medio y zeta al final.
— ¡La puta madre! ¡Las musas no tienen apellido!
— ¿Otra vez vas a empezar con las tonterías? ¡Vos no sabés un carajo sobre nosotras! Si te digo que me llamo Gregoria Benavidez es que me llamo Gregoria Benavidez, gilastrún.

Por ser esta una introducción al mundo de mi musa, creo que es suficiente por ahora. Ya les iré contando más sobre las musas en general y en especial sobre Ella: Gregoria Benavidez, mi musa insoportable.

1 comentario:

Olga A. de Linares dijo...

Divertidísima introducción al mundo de tu musa y su curiosa (de algún modo hay que llamarla) personalidad. Me enteré recién hoy de la existencia de este blog, y ya me hice seguidora. Veremos si en algún momento mi propia musa decide inspirarme algo para participar en este acercamiento al mundo misterioso de estas señoritas imprevisibles. Un saludo (me encantó tu idea)