En el capítulo
introductorio presenté a Gregoria
Benavidez, mi musa inspiradora personal y debido a la gran repercusión (tres
lectores comprobados y dos probables) que tuvo mi relato y no pudiendo negarme
a los pedidos imperiosos (uno) para que siga contando la historia de la
insoportable, va este nuevo relato.
Luego de la aceptación de mi
parte de la probable, solo probable
existencia real de mi musa, incluido su ridículo nombre y apellido, paso
a la etapa de describirles lo que, según ella, forma parte de su trabajo.
Como es habitual, Gregoria se
me “presentó” en circunstancias que mi buena educación no permite describirles
en detalle. Esta vez decidí hacerle preguntas un poco más directas sobre su
rol.
—Veamos: me gustaría saber
cómo es eso de que tu trabajo consiste en ayudarme a escribir. —le espeté de
entrada.
— Al menos un “buenos días”;
siempre tan caballero vos. No te “ayudo a escribir”, te inspiro, que no es lo
mismo. Las musas inspiramos; para eso estamos; del resto debéis encargaros
vosotros.
— ¡Sos gallega! Quiero decir,
española. O sea que las musas tienen nacionalidad. Otro dato para tener en
cuenta.
— ¿De donde sacás eso? Yo no
soy ni española ni gallega.
— ¡No lo niegues! Me acabás de
decir “debéis encargaros vosotros”. Así hablan las gallegas…digo, las
españolas. Los argentinos solemos decirles “gallegos” a todos los nacidos en
España.
—Fue un lapsus. No tenemos
“nacionalidad” en el sentido estricto de la palabra. Solemos expresarnos con un
vocabulario acorde al de nuestro entenado. Si no lo entendés es porque eres un
verdadero gillipollas.
— ¡Me estás cargando! ¡Lo
hiciste otra vez! Estuve investigando y “Benavides” (originalmente era con
“ese”) proviene de Andalucía. Y que yo sepa eso es España. Además, las musas
más famosas son griegas, como todos sabemos; digamos que vos serías una musa
más de “pueblo”. Pero dejémoslo así y respondéme lo que te pregunté ¿Cómo me “ayudás” a escribir según vos, eh?
—Inspirándote; ya te lo dije.
Inspiración: “acción de introducir aire u otra sustancia gaseosa en los
pulmones”.
— ¿Qué…?
—Perdón, me distraje. Era la
segunda acepción. Inspiración: “estímulo o lucidez repentina que siente una
persona y que favorece la creatividad, la búsqueda de soluciones a un problema,
la concepción de ideas que permiten emprender un proyecto, etc., especialmente
la que siente el artista y que impulsa la creación de obras de arte”.
—Sí, sí; me refiero a cómo
funciona en la práctica.
—Obviamente, me meto en tu
mente. Por lo general cuando yo lo decido, pero es condición esencial una
propensión del sujeto a dejarse inspirar. Algunos se resisten más que otros. De
ahí surge muchas veces el abandono de muchos seres humanos a esto de andar
contando historias o desnudar sentimientos a través de palabras. Simplemente,
desistimos en el proceso inspirativo, renunciamos al empleo (un trámite
bastante más burocrático del que se supone. Otro día te cuento) y aguardamos a
que se nos asigne un nuevo humano.
— ¿Quién “asigna”? ¿Dios?
— ¿Eh? ¿No era que sos ateo?
—Soy ateo; nada de “era”…Es
que con esto de tu aparente existencia más allá de mi propia psiquis ya no sé
qué pensar. No respondiste a mi pregunta.
—No soy ninguna
“aparente”…Pero con respecto a tu pregunta, pues no, no es Dios quién nos
asigna. Sobre su existencia o no, no estoy autorizada a hablar de eso.
— Dale. Pero ahora, casi te lo
ruego, dejáte de dar vueltas como hacés habitualmente y decime como es que
funciona lo de la “inspiración”. Pero, concretamente.
–En esencia, es como una guía.
A propósito, no abuses de las palabras terminadas en “mente” que a muchos les
cae mal leerlas. No sé por qué, pero es así. Sigo. Por lo general, la idea
primigenia surge de alguna vivencia propia del ser humano, en este caso serías
vos, je. Luego de ese primer paso indispensable, empieza mi tarea.
—Y que consiste en…
— Si me vas a interrumpir a
cada rato…Consiste en indicarte el camino, en marcarte por donde es más
conveniente transitar para llegar de manera satisfactoria al destino final. Una
vez que arribás a ese lugar, mi trabajo
está concluido. Y así hasta el próximo viaje.
— Ahora voy entendiendo. ¿Te
puedo hacer otra pregunta?
— Y…Dale.
— Por casualidad, en tus horas
libres, cuando no estás inspirándome ¿Laburás para Garmin?
— ¿Garmin? No sé qué es eso.
Esperá que busco en mi archivo de datos… ¡La
puta que te parió! Te referís al sistema de GPS que usan los humanos
para movilizarse en sus automóviles. ¡No soy esa gallega, pelotudo! ¡Andáte a
la mierda!
Bueno. En este capítulo hemos
descubierto un par de cosas; nos hicimos una idea de cómo laburan las musas y
que, como suele pasar con mis amigos, mis bromas no suelen ser bien recibidas.
Hace siete días que Gregoria no me “habla”. Yo creo que me va a extrañar tanto
como yo la extraño y va a volver a comunicarse. Apenas reaparezca, les cuento.
2 comentarios:
Impecable!
¡Gracias, María! La idea es sumar "testimonios" de escritores y escritoras que quieran descubrir más sobre estas señoras o señoritas que denominamos "musas". Espero tu relato.
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