sábado, 14 de marzo de 2020

Capítulo 02: sobre la inspiración inducida por Gregoria Benavidez- Miguel Dorelo




En el capítulo introductorio  presenté a Gregoria Benavidez, mi musa inspiradora personal y debido a la gran repercusión (tres lectores comprobados y dos probables) que tuvo mi relato y no pudiendo negarme a los pedidos imperiosos (uno) para que siga contando la historia de la insoportable, va este nuevo relato.

Luego de la aceptación de mi parte de la probable, solo probable  existencia real de mi musa, incluido su ridículo nombre y apellido, paso a la etapa de describirles lo que, según ella, forma parte de  su trabajo.


Como es habitual, Gregoria se me “presentó” en circunstancias que mi buena educación no permite describirles en detalle. Esta vez decidí hacerle preguntas un poco más directas sobre su rol.
—Veamos: me gustaría saber cómo es eso de que tu trabajo consiste en ayudarme a escribir. —le espeté de entrada.
­— Al menos un “buenos días”; siempre tan caballero vos. No te “ayudo a escribir”, te inspiro, que no es lo mismo. Las musas inspiramos; para eso estamos; del resto debéis encargaros vosotros.
— ¡Sos gallega! Quiero decir, española. O sea que las musas tienen nacionalidad. Otro dato para tener en cuenta.
— ¿De donde sacás eso? Yo no soy ni española ni gallega.
— ¡No lo niegues! Me acabás de decir “debéis encargaros vosotros”. Así hablan las gallegas…digo, las españolas. Los argentinos solemos decirles “gallegos” a todos los nacidos en España.
—Fue un lapsus. No tenemos “nacionalidad” en el sentido estricto de la palabra. Solemos expresarnos con un vocabulario acorde al de nuestro entenado. Si no lo entendés es porque eres un verdadero gillipollas.
— ¡Me estás cargando! ¡Lo hiciste otra vez! Estuve investigando y “Benavides” (originalmente era con “ese”) proviene de Andalucía. Y que yo sepa eso es España. Además, las musas más famosas son griegas, como todos sabemos; digamos que vos serías una musa más de “pueblo”. Pero dejémoslo así y respondéme lo que te pregunté  ¿Cómo me “ayudás” a escribir según vos, eh?
—Inspirándote; ya te lo dije. Inspiración: “acción de introducir aire u otra sustancia gaseosa en los pulmones”.
— ¿Qué…?
—Perdón, me distraje. Era la segunda acepción. Inspiración: “estímulo o lucidez repentina que siente una persona y que favorece la creatividad, la búsqueda de soluciones a un problema, la concepción de ideas que permiten emprender un proyecto, etc., especialmente la que siente el artista y que impulsa la creación de obras de arte”.
—Sí, sí; me refiero a cómo funciona en la práctica.
—Obviamente, me meto en tu mente. Por lo general cuando yo lo decido, pero es condición esencial una propensión del sujeto a dejarse inspirar. Algunos se resisten más que otros. De ahí surge muchas veces el abandono de muchos seres humanos a esto de andar contando historias o desnudar sentimientos a través de palabras. Simplemente, desistimos en el proceso inspirativo, renunciamos al empleo (un trámite bastante más burocrático del que se supone. Otro día te cuento) y aguardamos a que se nos asigne un nuevo humano.
— ¿Quién “asigna”? ¿Dios?
— ¿Eh? ¿No era que sos ateo?
—Soy ateo; nada de “era”…Es que con esto de tu aparente existencia más allá de mi propia psiquis ya no sé qué pensar. No respondiste a mi pregunta.
—No soy ninguna “aparente”…Pero con respecto a tu pregunta, pues no, no es Dios quién nos asigna. Sobre su existencia o no, no estoy autorizada a hablar de eso.
— Dale. Pero ahora, casi te lo ruego, dejáte de dar vueltas como hacés habitualmente y decime como es que funciona lo de la “inspiración”. Pero, concretamente.
–En esencia, es como una guía. A propósito, no abuses de las palabras terminadas en “mente” que a muchos les cae mal leerlas. No sé por qué, pero es así. Sigo. Por lo general, la idea primigenia surge de alguna vivencia propia del ser humano, en este caso serías vos, je. Luego de ese primer paso indispensable, empieza mi tarea.
—Y que consiste en…
— Si me vas a interrumpir a cada rato…Consiste en indicarte el camino, en marcarte por donde es más conveniente transitar para llegar de manera satisfactoria al destino final. Una vez que  arribás a ese lugar, mi trabajo está concluido. Y así hasta el próximo viaje.
— Ahora voy entendiendo. ¿Te puedo hacer otra pregunta?
— Y…Dale.
— Por casualidad, en tus horas libres, cuando no estás inspirándome ¿Laburás para Garmin?
— ¿Garmin? No sé qué es eso. Esperá que busco en mi archivo de datos… ¡La  puta que te parió! Te referís al sistema de GPS que usan los humanos para movilizarse en sus automóviles. ¡No soy esa gallega, pelotudo! ¡Andáte a la mierda!

Bueno. En este capítulo hemos descubierto un par de cosas; nos hicimos una idea de cómo laburan las musas y que, como suele pasar con mis amigos, mis bromas no suelen ser bien recibidas. Hace siete días que Gregoria no me “habla”. Yo creo que me va a extrañar tanto como yo la extraño y va a volver a comunicarse. Apenas reaparezca, les cuento.


2 comentarios:

María del Pilar dijo...

Impecable!

Salemo dijo...

¡Gracias, María! La idea es sumar "testimonios" de escritores y escritoras que quieran descubrir más sobre estas señoras o señoritas que denominamos "musas". Espero tu relato.